José Esquinas, en la caravana de las alternativas el 15 de febrero en Granada y el 29 en Madrid.

José Esquinas, en la caravana de las alternativas el 15 de febrero en Granada y el 29 en Madrid.

José Esquinas Alcázar: «Solo si hoy tenemos utopías las transformaremos mañana en realidades»

Sabe más que nadie sobre el hambre en el mundo. Eso es mucho saber, porque se nos ocurren poco asuntos más relevantes. José Telesforo Esquinas Alcázar (Ciudad Real, 1945) es ingeniero agrónomo, doctor en Genética y máster en Horticultura por la Universidad de California. Toda una vida proclamando un pensamiento noble y sabio desde las aulas universitarias y desde la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Prepárense a leer unas reflexiones enjundiosas y unos datos demoledores sobre alimentos y personas. Sobre la dirección que llevan la Humanidad y su morada. «Debemos ser conscientes de que todos podemos contribuir a ese mundo más justo y a eliminar el hambre de la faz de la Tierra», dice.

Entre un larguísimo y deslumbrante currículo, usted ha sido profesor de la Universidad Politécnica, funcionario internacional de la ONU, directivo de la FAO durante treinta años y director de la Cátedra de Estudios de Hambre y Pobreza (CEHAP) en la Universidad de Córdoba. Una vida intensa y productiva al servicio de un mundo mejor. Permítanos que pensemos eso.
Como dice Neruda, confieso que he vivido. Ha sido intensa. Está siéndolo. Pasas a tener vida vegetativa cuando dejas de tener ocupaciones y preocupaciones. Y eso no me apetece nada hacerlo. Respecto a lo de construir un mundo mejor, creo que sí. Quizá con menos consciencia en un primer momento, cuando era joven. Pero a lo largo de la vida te vas dando cuenta de que estás entregado a construir un mundo más justo, más vivible, más amable. Transformar la Tierra en un paraíso.

¿Por qué decidió un día dedicar su vida profesional –seguro que también la personal– a los asuntos de la Madre Tierra?
Fue un proceso paulatino. Soy hijo y nieto de agricultores, me crié en el campo. La conciencia de que la Tierra es tu madre –la Pachamama, como dicen los andinos– es algo que te va penetrando. Te vas dando cuenta de que la tierra te nutre, te alimenta, te calienta. Es irritante pensar de qué manera la prepotencia humana nos ha llevado a pensar que la Tierra, el planeta, el medio ambiente, nos pertenece. No es así. Nosotros somos parte de él, una parte muy pequeñita. En su libro Lo pequeño es hermoso, Schumacher hablaba de que estamos tomando la tierra como una renta, cuando la renta es un capital que si lo agotamos no queda ni para los hijos ni para nadie más. Hay que ver a la Tierra como esa casa común en la que vivimos todos. Si hay goteras, no vale que estén en la cocina, llámala Africa si quieres, porque la que está en peligro es la casa entera.

Ud. ha centrado su labor en la defensa de los más pobres y la seguridad alimentaria. Sostiene que la principal causa del hambre no es la falta de alimentos, sino el acceso a los mismos. Que el Hambre se puede vencer si existe la voluntad política de hacerlo. ¿De verdad es posible una justicia distributiva? ¿La verán nuestros hijos?
Lo de la voluntad política no lo digo yo. La primera persona a la que oí decir eso fue John F Kennedy, presidente de Estados Unidos. En 1973, durante un discurso en el I Congreso mundial de Alimentos, dijo: «Tenemos los medios y tenemos la capacidad de eliminar el hambre de la faz de la Tierra en nuestra generación, solo nos falta la voluntad política de hacerlo». Ahora mismo estamos produciendo un 60 por ciento más de los alimentos que se necesitan para nutrir a la Humanidad, son datos de la FAO. A pesar de eso, hay más de 800 millones de hambrientos. Y cada año mueren de hambre unos 17 millones de personas. Es evidente que el problema no es la falta de alimentos. Es el acceso a los alimentos y, por tanto, voluntad política. Estamos desperdiciando alimentos. Una tercera parte de la producción mundial va a la basura. Entre 35 y 40.000 personas mueren cada día como consecuencia del hambre y la malnutrición. Hoy, por ejemplo. Ese mismo día estamos gastando en armamento 4.000 millones de dólares. Si realmente diésemos prioridad al hambre, fíjate si no se podría resolver el problema. Claro que debería haber justicia distributiva. Los términos que hemos usado en el pasado en la lucha contra el hambre –necesidad, caridad, solidaridad, fraternidad– ahora se quedan cortos. Si no hemos sido capaces de hacerlo por solidaridad o por justicia, hagámoslo por egoísmo inteligente. Por lo menos, seamos inteligentes.

¿Desde dónde se puede ser más efectivo si se desea dar un golpe de timón al mundo? ¿Desde la política, los colegios, los medios, la economía?
No creo que se pueda dar un golpe de timón. Hay que ir cambiando paulatinamente nuestra mentalidad, nuestros comportamientos. Necesitamos conciencia política no solo para acabar con el hambre, sino para ver el peligro que supone hoy el hambre para la Humanidad. El hambre y la pobreza es el caldo de cultivo en el que se alimenta la emigración ilegal, los refugiados, la violencia internacional, las grandes plagas o pandemias de la humanidad. La educación es esencial. Estamos formando a los niños en la competitividad en lugar de en la cooperación. Los medios de comunicación sois absolutamente claves. Yo estaba en Río en 1992 representando a la FAO, el lema era Piensa globalmente y actúa localmente. No sé si conoces el cuento del colibrí. Un fuego enorme en un bosque. Todos los animales huyen despavoridos. Todos menos uno. El colibrí llega al lago, coge una gotita de agua en su pico, la lleva al incendio y la deja caer. Y el elefante le ve y dice: ¿qué haces? Estoy intentando apagar el fuego. Pero tú estás loco. ¿Tú crees que vas a conseguir algo? Y el colibrí responde: yo hago mi parte. Bueno, pues es fundamental que cada uno hagamos nuestra parte.

¿Es más importante combatir el hambre en el mundo que cuidar a los animales?
Sí. Pero todo es relativo. Cada uno tendrá su opinión. Y lo cortés no quita lo valiente. Combatir el hambre en el mundo es fundamental por muchas razones, pero cuidar a los animales también. ¿De qué manera hemos evolucionado con respecto a los animales? Para mí el hecho de tratar bien a los animales, cuidarlos, tenerlos como compañeros, es un síntoma de que somos civilizados. Mira, el presupuesto de dos años de la FAO, entidad de Naciones Unidos cuyo objetivo es terminar con el hambre en el mundo, es el equivalente a lo que dos países desarrollados están gastando en comida de perros y gatos en una semana. Eso llama a la conciencia. Parece una exageración. No es posible que hayamos llegado a ese punto. Para mí, cuidar a los animales es también cuidarlos en su medio natural y forma parte del equilibrio del planeta.

Como representante de la FAO ha debido viajar por todo el mundo y ver miseria a manos llenas. ¿Cómo reponerse al recuerdo de esas imágenes?
Yo he tenido el privilegio de viajar a más de 120 países y he visto hambre, pobreza, situaciones tremendas. He encontrado las máximas miserias, pero también las mayores felicidades. Eso me ha hecho cambiar, relativizar más las cosas. Muchos de los que consideramos problemas son muy pequeñitos. Yo a los estudiantes los enviaría un año a un país pobre a continuar su formación, tener contacto con una realidad en la que vive gran parte del planeta y sin red.

«La biodiversidad agrícola es la despensa de la Humanidad», dice. Muchos investigadores piensan que la agricultura es y ha sido siempre el principal enemigo de los bosques (de la Naturaleza, vamos). Pero los que creen eso también comen todos los días.
Una agricultura racional y sostenible es complementaria al mantenimiento del planeta. Es verdad que la actitud del hombre frente a la agricultura hace unos años era una de las causas del mal trato al planeta, pero esa actitud ha cambiado mucho. La agricultura no es más que la transformación de esos recursos naturales del planeta –tierra, agua, aire, diversidad biológica y energía– en alimentos. Lo que sí es una agresión al planeta es cuando produces muchos más alimentos de los que necesitas. Al producir los alimentos que no se va a comer nadie estamos usando 1.400 millones de hectáreas –28 veces la superficie de España–, la cuarta parte del agua dulce del planeta y 300 millones de barriles de petróleo. En el siglo XX, con una agricultura destructiva, se ha perdido más del 90 por ciento de la diversidad agrícola. Según los datos de la FAO, el ser humano ha utilizado a lo largo de la historia entre ocho y diez mil especies distintas para la alimentación y la agricultura. Hoy usamos comercialmente no más de 150 especies, y solo cuatro de ellas –trigo, arroz, maíz y patata– contribuyen con más del 60 por ciento a la alimentación calórica humana. Cuando yo era niño había gran variedad de tomates, manzanas, peras, melones. Hoy todo eso ha sido sustituido por un pequeño puñado de variedades uniformes y estables. Es una pérdida enorme de la biodiversidad. Si no hay diversidad biológica agrícola no puedes seleccionar y por tanto tu agricultura es mucho más vulnerable.

¿Qué le parece el negacionismo del cambio climático? ¿Considera que es un hecho cierto en términos absolutos?
Hoy día cualquier científico serio reconoce que está habiendo un cambio climático y de forma acelerada. Los síntomas como el derretimiento de los polos o el aumento del nivel del mar están ahí y son absolutamente innegables. Uno podrá poner en cuestión cuál es la causa, pero no hay duda de que existe. Y coincidimos en que en gran parte es causa del ser humano. El negacionismo es una inconsciencia y una irresponsabilidad. Por otra parte, los cambios climáticos no son más que uno de los efectos perversos de una conducta abusiva del ser humano sobre el planeta y de un consumismo sin límites. Otros efectos son la contaminación que hace irrespirable el aire de las ciudades, los plásticos que destruyen la fauna marina –y pronto también la terrestre–, la destrucción de los bosques. El ser humano está rompiendo los equilibrios ecológicos.

¿El ecologismo combate la pobreza? ¿El ecologismo crea riqueza? ¿Se puede combatir el hambre desde un pensamiento ecologista?
Yo no creo en los ismos, pero sí en la conciencia ecológica, en el desarrollo ecológico y sostenible. Eso hoy día no es una opción, sino una necesidad absoluta. Y la producción ecológica crea mucho más empleo. Cuando yo era niño el sesenta y pico por ciento de la población española vivía del campo. Hoy es solo el 2,5 por ciento. Y estamos contentos. Producimos mucho más que antes y trabajamos mucho menos. ¿A cambio de qué? Un 40 por ciento de la población juvenil en paro. ¿Dónde esta la ventaja? De pequeño, cuando en casa se hacía cocido, con la carne que sobraba se hacían croquetas y los garbanzos que quedaban se freían con huevos. Y los restos que empezaban a oler se le daban a cerdos y gallinas. Y el fertilizante de los animales se iba al campo. La riqueza retornaba al mismo lugar de manera cíclica. Lo de la economía circular era una absoluta realidad. Si piensas en riqueza como incremento monetario, no tiene nada que ver con lo que estamos hablando. La agroecología produce alimentos más sanos, sin dañar a la naturaleza y creando empleos.

¿Y cómo vive su activismo desde la merecida jubilación? Suponemos que esa palabra tendrá más sentido para la Tesorería General de la Seguridad Social que para usted.
Uno se jubila de muchas cosas en la vida, pero no se puede jubilar de la vida misma. Si tienes ilusión y estás preocupado por temas tan importantes como el hambre o el medio ambiente, es imposible que te jubiles. Pero es una gran satisfacción poder seguir activo, aportar tu experiencia para mostrar que España y Europa no son el ombligo del mundo. Que el mundo es mucho más amplio. Que hay miles de civilizaciones tan sostenibles o más que la nuestra. Una de las grandes carencias del mundo actual es tener una visión cosmogénica. Eso lo echo de menos en los partidos políticos. Quiénes somos, dónde estamos, adónde queremos ir. Cómo cambiar las cosas para ir en esa dirección. No basta con poner parches aquí y allá. La jubilación te permite sentarte, pensar, tener esa visión amplia. Me preocupan las generaciones futuras, las que no han nacido, que ni votan ni consumen, y van a pagar las consecuencias de esa actitud irresponsable con el planeta. Eso es una deficiencia de nuestra democracia que se ha corregido en algunos países instaurando la figura del defensor de las generaciones futuras en los parlamentos. Cómo afectará cada decisión a las próximas cinco generaciones. Esa idea es clave. Parece mentira que en nuestra civilización, que nos consideramos tan avanzados, no nos hagamos esa pregunta ante cada decisión importante.

¿Qué tiene que ocurrir en la vida real para que nos tomemos más en serio lo de garantizar la alimentación de todos los habitantes de este planeta?
Que pensemos más a largo plazo, menos en lo inmediato. Que nos comuniquemos más. Lo que tiene que ocurrir está ocurriendo ya de forma irreversible. El barco común está ahí y se está hundiendo. No podemos estar perdiendo el tiempo en decidir si son galgos o podencos. Si pasado mañana se quedan bajo el agua algunos países, se tomará más conciencia. Pero no siempre están de acuerdo las ideas con los intereses económicos de unos cuantos. Hay quien no quiere ver. Lo que tiene que ocurrir es que seamos más responsables, pero que estemos educados en una forma de pensar distinta. Una universidad en la que se quita la filosofía como materia obligatoria. Dios mío, si la filosofía es la única que te da una visión de conjunto, una cosmovisión. Estamos formando gente que pone las tuercas muy bien, pero es más importante inculcarles una visión de conjunto de lo que somos. Su condición de ciudadanos del mundo, no esa visión egoísta de que somos ciudadanos de una nación limitada. Eso lo decía Borrell hace unos meses, ahora me alegro de que sea ministro de Exteriores: las fronteras son las cicatrices que las guerras y los enfrentamientos han dejado sobre la faz de la Tierra. Lo que tiene que pasar es que nos despertemos.

Ahora que cita a Borrell, recientemente entrevistamos en este portal a Teresa Ribera, que meses después entró a dirigir una cartera ministerial con las palabras cambio climático. No le pido un posicionamiento político, solo una reflexión sobre este hecho.
En efecto, no conviene posicionarse en política. Es curioso que cuando a una persona le pones etiquetas políticas sus opiniones tienen menos valor. A mí me parece maravilloso que haya un ministerio con gran peso específico sobre cambio climático. Eso me parece muy acertado y muy esperanzador. Como el Comisionado para la Lucha contra la Pobreza Infantil y el Hambre. Aunque haya un ministerio de cambio climático y un comisionado, es importante que haya una conciencia sobre este tema de manera transversal en todos los ministerios.

Para terminar, una reflexión sincera. ¿Siente a veces que la lucha por un mundo mejor es una batalla perdida?
Momentos de depresión y desmoralización tienes siempre, pero uno se sobrepone a ellos. Cuando se quiere conseguir algo en la vida es imprescindible ser perseverante, no dejarse llevar por las emociones. Claro que muchas veces piensas que estás ante una situación imposible. La situación en hambre, pobreza, medio ambiente es tan seria que no nos podemos permitir el lujo de ser pesimistas. ¿Que son utopías? Era una utopía acabar con la esclavitud. Las utopías de ayer son las realidades de hoy. Y solo si hoy tenemos utopías las transformaremos mañana en realidades. Decía Napoleón que imposible es la palabra que los idiotas llevan en la mochila. Y Gandhi decía que la Tierra tiene recursos suficientes para satisfacer las necesidades de todos, pero no la avaricia de algunos. Sé tú el cambio que esperas en el mundo.

Entrevista de Quico Pérez-Ventana, publicada en Natura hoy

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